
PARTHENON
El blog que marca el paso les entrega, nuevamente, una nueva sección para que disfruten, lloren, se emocionen, rían o echen garabatos.
Parthenon se titula ya que es una sección donde abundarán las columnas.
Está de más decirles que pueden mandar sus columnas a traukoko@gmail.com y que si leen postean. Necesito el feed del post ya que así me dan más ganas de escribir.
Espero les guste.
Esta columna no tiene nombre, no me gusta titularlas.
A veces las cosas salen mal. A veces ni salen. A veces se abren puertas y ventanas y entran las oportunidades pero tenemos puestas nuestras esperanzas y deseos en algo mejor y dejamos escapar. Se escapan y a veces vuelven, pero la mayoría de las veces no se vuelve a ver, muere en nosotros el sentimiento y comenzamos algo nuevo, supuestamente más gratificador. Pero no. Nos damos cuenta que lo anterior fue bueno y se nos viene a la cabeza que “todo tiempo pasado fue mejor”. Patrañas de gente que antes no se dio cuenta que estaba mal.
Eso me pasó. Dejé escapar oportunidades que no supe controlar. Dejé escapar esperanzas, amigos, un poco de la felicidad divina. Se murió todo y se fue al tacho de la basura. Se queda ahí con los libros viejos, con los papeles arrugados de cartas que no empezamos, con el confort de la alergia. La diferencia está en que todo lo último se va con el camión menos eso. Quedó pegado en el borde. Y te saca la lengua diciéndote que no te podrás librar de él fácilmente. Te quema el corazón. Y quisiera volver a tomarlo y que funcionara otra vez. Esperanza absurda. No vuelve. Y mientras tratas de enterrarlo profundamente ves que te ha dejado sin fuerzas y que solo puedes botar algunas lágrimas y dormir, rezar a veces, pero siempre con esa tristeza que te deja el sentir que te farreaste un regalo.
Y vives. La verdad es que sobrevives a eso. Lo sanas profundamente. Crees que todo pasó, que el huracán “soy nadie” se fue a otra parte y cobró otra víctima. En parte es cierto, pero siempre existe el soplo, la porción de aire que se puede convertir en parte de tu muerte. Cuando comienzas a resucitar mueres otra vez. Caes ciento ochenta y siete veces en la misma piedra. Y sigue muriendo parte de ti, parte de tus recuerdos, parte de lo humano que fuiste. Mueres y ya no quieres volver a vivir, aunque tengas la opción. Todo se va. Todo.