domingo, octubre 15, 2006

Asesíname

Soy yo y nada más. Soy el que quiero ser. Me convierto en tu sombra y en tu sol. Caliento tus noches solitarias y enfrío tu corazón. ¡No me ames! Soy el que te hace perder. Digo lo que quiero decir y pienso lo que quiero pensar, pero no digo lo que pienso. Dolor, odio, ¡Maldición!, una vez más. Puedo querer a cualquiera y tú me puedes querer. Pero no quiero. Te tiro al suelo y rasgo tus ropas y me dices que te suelte, y gritas y no me importa porque ya eres mía. Ja, ja, ja… ¿Quieres escapar otra vez? Patrañas de niña chica, de pecadora juvenil. Ódiame, si, ódiame con todo tu corazón. Ten esta arma y dispárame, prometo no morir. Te voy a matar (pero en buena, no te enojes). Pienso matarte en dos horas más. Empaca y lleva muchos sentimientos. Los voy a consumir todos, no quedará ninguno. Soy un tonto, pero igual me quieres. Lo sé bien y me alegro. Toma el mundo y enciérrate, busca agua porque la necesitarás. Yo no te daré nada, mi amor es para otra. Pero me amas y está bien. Mataré todo menos tu ilusión. ¿Quieres que te devuelva tu corazón?, tendrás que pagar un gran precio. Cuerpo de niña ya no hay y no volverá. Tú te lo buscaste y te gustó. Despecho, otra esperanza perdida, amor que no es, ojos que ya no reflejan nada. Estás muerta. ¡Te amo y te odio!, deseo verte nuevamente, ¡Rencor!... ja, ja, ja, (risa con lágrimas). Otro dolor, ¡No grites!, sé fuerte que me gustas así. Aguanta. Tus lágrimas son falsas, deja de llorar. Estás muerta y así seguirás, te quise olvidar y me sigues rondando. Una bala, dos balas, la niña no quiere morir. Tres balas en la cabeza y sigue viva. ¡Maldita!, ¡Para te digo!, ¡aléjate y no me mires! Deja esas palabras para otra ocasión. Necesito que mueras. Cinco balas más y no pasa nada. Camina hacia mi. Ahora si que la odio. Ahora si que la amo.
Soy nadie y así seguiré. No fui capaz de matarla y ahora trataré conmigo. No me quiere matar y lo entiendo. Pero yo, pero yo… la quiero. Y no necesito entender las palabras ni los ruegos. No necesito de su maldita compasión para retroceder. Porqué creí haberla matado y sigue ahí, jovial, dulce. Sigue ahí y no me detiene.
Ella ya no me quiere.
Adiós.

lunes, octubre 09, 2006

Pesca sin mosca

¿Cuántas veces vamos a pescar y sólo recolectamos desilución?
Nuestra ceguera nos impide ver más allá de lo acostumbrado.
Oimos ruidos de autos, bocinas, luchas carnales en las calles, insultos varios, indiferencias, apuros. Solemos lanzar nuestras redes en un mundo donde las preocupaciones, la mediocridad, el individualismo, son los amos y señores del mar humano. Y no importa donde queramos pescar, siempre hay algo qu nos impedirá cazar lo escencial. Tomamos nuestras redes y salen vacias. Nos desalentamos, nos desilucionamos, nos entristecemos. La desesperanza no nos sirve para alimentar nuestro espíritu.
Todos estos sentimientos que nos invitan a una desolación espiritual nos impiden ver quién, donde y cómo hay que pescar.
Dios nos invita a mirar dentro de nosotros, a ver desde sus propios ojos, a conversar con él para que nos guíe. El verdadero alimento nos llega desde Él y es nuestro interior el lugar donde las redes podrán colmarse.
Dios nos invita a tejer estas redes con los regalos que nos brindó en el espíritu santo. Hay que cazar amor con entendimiento, con cariño, con Fe, con esperanza. Hat que cazar este amor y saciarnos sabiendo que las raciones alcanzarán para mí y para los demás.
Es Cristo vivo quién, después de hartarnos, nos invita a construir redes con los demás y salir a pescar con ellos. Jesús no va a pescar por nosotros. Jesús no nos va a entregar la comida en bandeja, aliñada y con bebida. Jesús nos acompaña y nos guía en nuestro trabajo. Guía nuestras manos y nos grita hacia donde echar estas redes y así poder acompañar con un pedazo de pescado al hambriento, al que se siente abandonado, al que vive entre ruidos, al que no ha tenido la oportunidad de conversar con Jesús.
Les aseguro que, después de esto, nunca más tendrán hambre.

lunes, octubre 02, 2006

¿Quién dijo que Dios no nos grita?

Dios, la viva divinidad, el rey de reyes, nos grita. Su voz se desgarra en los campamentos donde viven siete personas en casas mínimas, sin baños, con dos camas como máximo. Grita cuando el pobre camina descalzo sobre el barro de sus ‘calles’ en pleno invierno, cuando sus casas se llenan de ollas porque las goteras se multiplican mientras el techo de los cartones que ellos llaman ‘casa’ comienza a sucumbir. El señor nos grita en el mendigo, que llora en las escaleras del metro, en las ancianas que viven desoladas porque sus familias las han olvidado. Dios nos grita en el vagabundo que sólo tiene un par de hojas amarillas y uno que otro perro para palear el frío de las piedras en las noches. Cristo nos grita y no lo oímos. Decimos que tenemos sed de amor pero nos tapamos los oídos cuando el señor nos habla, nos tapamos los ojos cuando vemos pasar a Cristo con su cruz. Cegamos nuestros sentidos con televisión, con comodidades, con estudio, con la fortuna de no necesitar lo fundamental.
¡¡¡Y así y todo no damos las gracias a quién nos entrega todo esto!!!
Hay personas que nos necesitan, que quieren ser amados, que se sienten solos, dejados de lado, blancos de injusticias, desamparados. Hay otros que tienen hambre de vida, se de amor, necesidad de Dios.
¡¡¡Ellos nos necesitan!!! ¡¡¡Dios nos necesita!!! ¡¡¡Es Cristo quién sufre!!!