lunes, octubre 09, 2006

Pesca sin mosca

¿Cuántas veces vamos a pescar y sólo recolectamos desilución?
Nuestra ceguera nos impide ver más allá de lo acostumbrado.
Oimos ruidos de autos, bocinas, luchas carnales en las calles, insultos varios, indiferencias, apuros. Solemos lanzar nuestras redes en un mundo donde las preocupaciones, la mediocridad, el individualismo, son los amos y señores del mar humano. Y no importa donde queramos pescar, siempre hay algo qu nos impedirá cazar lo escencial. Tomamos nuestras redes y salen vacias. Nos desalentamos, nos desilucionamos, nos entristecemos. La desesperanza no nos sirve para alimentar nuestro espíritu.
Todos estos sentimientos que nos invitan a una desolación espiritual nos impiden ver quién, donde y cómo hay que pescar.
Dios nos invita a mirar dentro de nosotros, a ver desde sus propios ojos, a conversar con él para que nos guíe. El verdadero alimento nos llega desde Él y es nuestro interior el lugar donde las redes podrán colmarse.
Dios nos invita a tejer estas redes con los regalos que nos brindó en el espíritu santo. Hay que cazar amor con entendimiento, con cariño, con Fe, con esperanza. Hat que cazar este amor y saciarnos sabiendo que las raciones alcanzarán para mí y para los demás.
Es Cristo vivo quién, después de hartarnos, nos invita a construir redes con los demás y salir a pescar con ellos. Jesús no va a pescar por nosotros. Jesús no nos va a entregar la comida en bandeja, aliñada y con bebida. Jesús nos acompaña y nos guía en nuestro trabajo. Guía nuestras manos y nos grita hacia donde echar estas redes y así poder acompañar con un pedazo de pescado al hambriento, al que se siente abandonado, al que vive entre ruidos, al que no ha tenido la oportunidad de conversar con Jesús.
Les aseguro que, después de esto, nunca más tendrán hambre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para mí, las palabras son lo único que existe en el enorme vacío de los siglos que nos arañan el alama con sus recuerdos. Me gustaría creer en dios, y de verdad siento un vacío; pero no puedo dar ese pequeño salto de fe y creer en algo que no he visto y nunca veré.