A nadie le gusta crecer. Es el miedo del siglo. Crecemos y la brecha con la niñez se hace más grande y molesta. Ya no nos chupamos el dedo y eso a veces duele tanto más que echarse un ramo por reemplazar la mamadera por cervezas. El problema es que hay que echar raíces en suelo que a nadie le gusta, uno fértil para economistas pero tan seco como el hecho de entender que la huincha de ropa que tiene tu vieja ya no alcanza para medirte.
Mi abuelo decía que llega un punto de nuestras vidas que, cuando comenzamos a crecer, nos vamos achicando. Me dio unas explicaciones medias científicas campestres que no escuché. Quizás me invadió ese miedo de saber que tendré que cambiar las espinillas por arrugas, de que mi vieja dice que después los años se pasan más rápidos, que el sueño adolescente cae tan bajo que uno termina creyendo en el sueño americano del tío Sam y se vende como Hot Dog al sistema. El Apocalipsis del uniforme y de la vida fácil. Cambiamos el pase escolar por la Visa y nos llenamos la boca con que ‘la vida es ahora’.
Y el problema quizás no sea el que crezcamos. O sea, se supone que vamos madurando y entendiendo el mundo. En teoría. La vida nos pega patadas en la entrepierna siempre con los recuerdos de la niñez. Y lo peor es que está de moda. Somos todos masoquistas de la cultura de la basura, de la edad de oro. Nos gusta andar contando lo que hacíamos con los tazos o con las láminas de los álbumes que no tenían autoadhesivo y que andábamos con el stix fix para todos lados. Y vamos a ver a Beltrán porque creemos que es la única forma de detener el tiempo y imaginarnos diferentes.
Pero crecimos no más. Llegamos a los 20 sin querer. Y ya no nos cabe el buzo ni la jardinera. Pasaron los soldaditos de plomo, los playmobil y las canciones de pin pon. Y mientras escribo suena crecer de Ataque 77 y siento que se vienen las fogatas, las guitarras, las mismas historias de que la flor de los 7 colores estaba en el patio y la irresistible tentación de querer torcerle el cuello a Cronos y quedarme donde estoy. Pretendiendo nunca haber crecido.
jueves, noviembre 16, 2006
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1 comentario:
tan cierto todo...es cuatico el tener que crecer..como que se nos viene encima sin darnos cuenta que tenemos miles de responsabilidades que asumir sin que las queramos...
pero en fin...asi es la cosa...un constante aprendizaje y desafío a la vida...
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