jueves, diciembre 21, 2006

Ninja tortugas adolescentes mutantes

Tenía como seis años cuando me dio mi primer regalo. Lo había esperado con ansias porque no era solamente ver una película sino que era la oportunidad de conocerlo más a fondo. Mi padrino era joven y como todos los teenager no tenían plata como para regalarme una pelota de fútbol o una camiseta de la U. Quizás yo lo sabía y por eso estaba contento, porque no esperaba nada más que una butaca limpia y una hora y media de diversión.
Pasamos donde la tía Emilia a buscar cosas para comer. El almacén de la tía era gigante y me gustaba ir porque me regalaba el helado que había salido recién al mercado y los chocolates que me gustaban. Me fui de ahí con una bolsa llena de chubis. Eran mis chocolates favoritos y mi tía se daba la molestia de hacerme tortas con ella.
Cuando llegamos al Plaza Vespucio me encontré con lo más grane que había visto. No conocía los mall, porque yo no vivía en el barrio alto y allá si había cosas como esas. Lo sé porque mi hermano mayor frecuentaba el panorámico y el apumanque. –Perrits, yo me voy a ir a vivir allá. No hay nerds ni nada. Son todos cool y hacen cosas de gente cool. Mi hermano nunca supo acostumbrarse a vivir en las afueras de Santiago y trataba de ir lo más posible para que los vendedores lo conocieran y pensaran que era de allá. Mi hermano era de los que veía Beavis and Butthead para poder tener un vocabulario acorde con sus tiempos. En la casa de mi abuela había cable. En mi casa apenas se veía el canal 7 con la Sony trinitron de 14 que teníamos en el living.
Cuando llegué al cine mi tío no tenía buena cara. Había elegido el lugar más cerca de la casa donde habían cines porque mi viejo le había dicho que si me pasaba algo él iba a pagar. –Te cuelgo de los cocos si algo le pasa a mi hijo. Y si teníamos que escapar, entre más cerca de la casa era mejor. Yo nunca supe eso hasta unos años después que mi viejo me lo contó como preámbulo para decir que mi tío se había ido de viaje y se había olvidado de mí. Me acuerdo que en la cartelera había un letrero gigante que decía ‘CINEMARK 6, PLAZA VESPUCIO’, todo en rojo. Mi tío compró las entradas y no sé si yo pagué. Quizás era una excusa por mi cumpleaños que él fue al cine.
Vimos las tortugas ninjas sentados en la mitad de la sala. No recuerdo nada de la película porque me la pasé comiendo chubis mientras estaba ensimismado con la grandeza de la pantalla. Sé que eran tortugas con nombres de gente vieja que vivió hace muchos años y que fueron conocidos porque pintaban monstruos con brazos de más –Como el logo de las farmacias ahumada, me dijo un compañero de curso cuando ya era más grande.
Salí de la sala alucinando con las luchas y con las cadenas que usaba una tortuga para defenderse. Un ‘coscacho’ me calmó y supe con eso que sería un cobarde toda mi vida. No sé porqué terminé arriba de una micro rumbo al aeropuerto. Pensé que iríamos a ver otra peli. Mi tío compró un ticket y yo le pregunté si ahora él iba a ver una película solo. Me dijo que me quedara callado y que no le contara a nadie que iba a ser protagonista de una película familiar donde quizás podía haber muchas lágrimas y despedidas pero ningún pañuelo al aire ni escenas como las de ‘Casablanca’. Me sentía emocionado porque mi tío iba a ser famoso y lo iba a ir a ver al mismo cine donde me llevó ese día. Esa emoción duró solamente hasta que, cuando llegué a casa, me tuve que quedar en mi pieza escuchando como comenzaba a rodar la película que nunca pude ver. Y a nadie le gusta que le cuenten lo que pasó.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca ví las Tortugas Ninja, pero sí fui mucho al cine del Plaza Vespucio.

El Plaza Vespucio... el "Ataja Rotos" le decían, y lo era mucho más antes de que apareciera el Plaza Oeste. Qué curioso es que lo menciones, pero ése mall debió haber marcado un hito en la infancia de nuestra generación, especialmente para la fracción que reside hacia el sur de Santiago. El Inmueble que vino a reemplazar los viajes "al centro" de nuestras madres, vino a concentrar las grandes tiendas en un sólo lugar, tal como simplificaban la vida de los cuiquitss... pero ésta vez para la gente de "La Flawerr" y alrededores. El mall que introdujo el consumismo en los suburbios de la capital.


Lindo relato, me gusta que vas entregando elementos para que tus lectores vayamos descubriendo la historia, el punto al que vas, a qué exactamente te refieres. Es como que hilas tu relato de una forma singular; me gusta tomar parte activa de una lectura.

Anónimo dijo...

Está bueno Seba, sobretodo porque está escrito desde la mirada del niño, que es la más pura e inocente que puede existir, y por lo tanto eso hace que los hechos se contrasten aún con mayor fuerza.

Saludos, un abrazo.

Anónimo dijo...

me encanta leer lo q escribes...en verdad, no lo digo pa ser buena onda ni nada...siempre husmeo tus escritos, aki y en tu flog...los encuentro entretes, me pongo en las situaciones, me rio o me dan pena...puede q no postee siempre, pero creeme q me los leo todos...

me acuerdo q lo q mas me cargaba d ser chica era no enterarme d lo q pasaba...con lo copuchenta q soy y q mas encima la unica razon q t dan es q eres muy chica pa escuchar conversaciones d grandes...= me ponia a escuchar detras d la puerta, iba en puntillas, calladita y escuchaba...a veces eran cosas tristes... kizas ellos no estaban tan ekivocados despues d todo...
d todas formas ya no es lo mismo, ya no tiene tanta importancia saberlo todo, kizas perdio la emocion...

creo q lo q mas me gusta d lo q escribes es ese toke d nostalgia...kizas es un poco masokista, pero me encanta sentir nostalgia...d hecho siento q a veces tengo nostalgia d cosas q ni sikiera he vivido, pero es el mismo sentimiento...como se llamará eso??...

un besote...y sigue escribiendo...
chaus