Había invitado a la Andrea a una tarde cultural en mi casa. Mi vieja había contratado cable hace una semana y mi viejo desde el sur me comentaba los documentales del discovery channel. En mi casa no había más plata y sólo nos alcanzaba para los seis canales del TV MAX. No importaba. Mi hermano chico estaba feliz con el cartoon network, yo alucinaba con MTV y mi vieja se aliviaba porque no pasábamos tanto tiempo en la calle.
Tenía todo listo para cuando llegara la Andrea. La conocí hace cinco meses, fortuitamente en uno de esos eventos donde hablan de libros y la gente exclama porque el autor dice cosas comunes pero en su boca se oyen bacanes. Hace dos meses que estábamos juntos. Recuerdo que nuestra primera conversación fue acerca de viejas feministas y de leucémicos contemporáneos. Era maniática de todo y eso me gustaba.
Esta era la primera vez que venía a casa y había que recibirla bien. Compré algunas cosas en el supermercado y saqué los diarios con los que secábamos el pichí del perro. El diagnóstico de mi casa era perfecto y las expectativas: una tarde genial.
Cuando llegó la Andrea la recibí con un beso en la mejilla. Mi madre me estaba mirando y a veces, con esto de lo complejos que los psicólogos sacan de la Biblia, me daba vergüenza un beso más apasionado. Menos mal que la Andrea no se molestó.
Nos sentamos en el sofá negro y a la hora del documental prendimos la tele. Estaba empezando un programa que me gustaba porque hablaba de plantas y yo quería ser agrónomo como mi tío. Quizás porque quería ser dueño de un campo para vivir tranquilos con ella.
La Andrea se acomodó en mis piernas y yo me puse detrás de la cabeza el cojín que ella me tejió. El programa trataba de unas plantas a las que le ponían unas máquinas para saber si sentían algo. Era increíble porque fue como si yo estuviera ahí, hablando en inglés y apretando botones con hartas luces. Lo mejor del documental fue cuando mostraron que las plantas presentían algún peligro, como cuando la iban a matar. Era como un mecanismo de defensa donde expulsan muchas cosas de si mismas.
Cuando terminó vi que los ojos de la Andrea se ponían rojos. No pensé que se iba a poner así. Era sólo una planta mutilada. No era nada como la muerte del papá de Simba ni lo de la mamá de Bambi. No era para tanto.
Cuando la fui a dejar al paradero me apretó fuerte la mano, se puso a mi izquierda y antes de subirse a la micro me susurró algo al oído.
Cuando llegué a casa fui al patio de atrás y me acosté sobre el pasto, al lado de los gladiolos y las rosas, debajo del ciruelo y del limón. Me acosté ahí, los miré a todos y les pedí que me enseñaran a hacer lo que ese día vi en televisión.
sábado, diciembre 23, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
lei los dos ultimos textos tuyos weon. ojala no te enojes, segun yo es una critica constructiva.
en ambos cuentas una historia (a mi parecer) como contexto para construirte una identidad, hay varias frases que "saben" a prefabricadas y una intencion dramatica fuerte. esta intencion se ve en detalles como lo de tu abuelo paso a los 15 y en el texto sale a los 8. en ambas tratas de terminar con una frase especial, lo qeu no es malo, pero cuando se fuerza...
ahora lo bueno.
me gustaron, creo que si bien el medio por el que publicas estos textos ayuda a fomentar el ego (los blogs son ejercicios de egos). hay una intencion exorsista en los textos (insisto, aun muy marcados por una intencion de que suene bien) y eso es muy recatable weon, la literatura es "el" medio de resistencia.
ojaal no te lo tomes mal, "creo" que fue una critica constructiva.
N o t a b l e.
bueno, aunque al final como que desinfló, o sea no esta para nada mal , lo que pasa es que fue buena la presentacion inicial, hartos elementos.
opinador ciego.
Publicar un comentario